Estudiante de la FES Acatlán denuncia violación

Una estudiante de 22 años de la FES Acatlán fue violada a unos cuantos pasos de la central telefónica donde trabaja, a la vista de peatones y empleados, la avenida Toluca y Periférico Norte. 

«Bajé de la pesera en el cruce de Periférico y Primero de Mayo, del lado de avenida Toluca. Mientras esperaba el semáforo para cruzar la calle, un hombre se me acercó y con un arma me obligó a caminar hacia la banqueta de atrás y me metió entre unos locales oscuros».

Eran las 6:40 de la mañana. El sujeto violó a la joven estudiante en plena calle, «incluso algunos volteaban y me veían con mirada de asco, pero nadie intervino», relató la víctima.

«El sujeto, cuyo olor era asqueroso, me inmovilizó con su arma. Me quedé paralizada mientras me golpeaba después de ver que atrás oculto en el pantalón el celular ‘bueno’ pues le había dado el teléfono para asaltos, mi cartera y mis credenciales», añadió.
Callada y con la pistola oprimiendo su cuerpo, Amelia pensó que podía morir y sin gritar soportó la humillación de sentir el pene del hombre entre sus piernas y después en su boca.

«Todo el tiempo me estuvo insultando mientras me sometía. Aún no me explico por qué la gente no me ayudó, evitó la violación o por lo menos no llamaron a la policía», cuestiona la joven estudiantes.

En el MP especializado en violencia familiar, sexual y de género, Amelia tuvo que esperar más de siete horas sin poder asearse para que la viera un médico legista. Incluso fue reprendida por el personal cuando pasada la una de la tarde comió algo porque no había desayunado. «Afectaste la evidencia», fue el reclamo que escuchó por parte del personal de la agencia especializada.

«Mi hija se estaba desmayando, cómo es posible que en tantas horas el personal no podía tomar un exudado faríngeo o me dijeran a qué hospital podía llevarla para que lo hiciera y ella pudiera asearse la boca y el cuerpo para quitar los rastros que dejó el violador», señaló con impotencia la madre de la joven.

La denuncia de su violación le tomó casi 10 horas. Sin embargo, Amelia afirmó convencida que no quería que ninguna de sus compañeras de la central telefónica o de la FES viviera lo que ella vivió.

Cientos de empleados transitan la zona, muchos de ellos mujeres que entran a trabajar al amanecer o salen en turnos nocturnos, sin vigilancia. «Parece que a nadie le importa nuestra seguridad», lamentó Amelia.

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